En diez meses en Italia he aprendido tantas, pero tantas cosas, que es imposible que quepan todas en unas pocas líneas. Ahora sé que es posible detener los coches sólo con la mirada, o que en Irán el año nuevo es en primavera. He descubierto que la burocracia es inclemente, dependiendo de para quién, o que "ci vuole pazienza alla Sapienza". Aprendí que cornetto no es un helado, y que los helados, con panna, mejoran indeciblemente. He visto cien veces el Panteón, bastantes de ellas lleno de cucarachas, y he observado que es más barato el capuccino que un café con leche. He conocido gente, de fiesta, que no sólo era española. He aprendido, también, a soportar la música electrónica, no sin cierto regocijo, aunque me avergüence reconocerlo. En los Centros Sociales Autogestionados, curiosos lugares a los que los perros llevan a pasear a sus dueños, que son una de esas entradas pendientes, no hace falta reservar para cenar. Y que jode, aunque te intentes preparar para ello durante diez meses, empaquetar en 60 kg. repartidos en cuatro bultos con los que pasearse por media Roma, desde mi casa a la Tiburtina, lo que, durante 10 meses, fue tu vida.
No me quedó más remedio que tirar todas las fotos.
No obstante, tuve siempre presente que aunque la primavera delire como un pájaro en llamas, siempre hay un barco que naufraga en Madrid.
Y ahora habrá que conformarse con París, Amsterdam, Berlín, Viena, Budapest, Bucarest... Siria y Jordania, en una vorágine de viajes concatenados que terminará a principios de octubre.
Sed buenos. Si podéis. Y hasta siempre.
AurelianoBastida
(Vídeo: solamente puedo decir "gracias por venir")