Hoy ha sido un día importante. Tras varios días de intensa búsqueda (en mi barrio todas las peluquerías son de señora) e infructuosas tentativas he dejado de parecer Disco Stu volviendo así a mi estado fundamental, de mínima energía (al menos, de mínimo calor).
Antes de ir dal parruchiere he buscado palabras imprescindibles en el diccionario: corto, muy corto, a tijera, patillas, flequillo, entresacar. Y aunque esta última no la he encontrado, mi so' fatto capire.
Tenía preparado todo un discurso sobre el pelo, y tenía pensado callarme obstinadamente hasta que el tipo acabara con su trabajo. Pero no ha sido posible, y ha sucedido lo, por otra parte, previsible: me he tenido que poner a hablar de fútbol. Pese a quien le pese, es un tema del que algo entiendo y sobre el que puedo mantener una conversación medio coherente, pero el esfuerzo intelectual que supone hablar de Florentino Pérez en italiano me ha dejado agotado. Afortunadamente no me he visto obligado a llegar a Juan Onieva, y sus célebres fábulas.
El esfuerzo, además, no ha sido meramente intelectual. El económico es también destacable: por el mismo precio que he pagado hoy por un corte, en Madrid me podría haber dado mechas y haberme hecho la permanente y haber quedado moníísimo; o, como dice la canción, al menos lavar, marcar y peinar, o quizá el recogido del día de mi boda.
Lo peor de todo es que, para colmo, no ha sido una de esas carpetovetónicas peluquerías de final feliz que tan famosas se han hecho últimamente.
Sed buenos. Si podéis.
AurelianoBastida
(Foto: mi corte de pelo, Roma)