Pocos lugares debe haber más tristes que la cafetería de un aeropuerto, si se dejan de lado los tanatorios, los hospitales, y esos despachos de abogados en los que se destruyen los recuerdos.
Son estas cafeterías salas frías en las que la gente que quiere a gente que está lejos se sienta a tomar el café más indigno, y solo.
A veces una risotada histriónica, tan sobreactuada que un oído inexperto podría confundir con un lamento, trata de disimular el dolor palpitante, caliente y rojo, que emana ese trocito de alma que quedó atrás, atrapado quizá en una botella de agua de más de 200 centilitros, o en un botecito de gomina. Y se estrella y es despedazada por una jauría de lágrimas de presa, desconcertadas, y suspiros contenidos.
Sed buenos. Si podéis.
AurelianoBastida
(Foto: el café más indigno, cafetería en Barajas, Madrid)
El café, por lo menos, 2'50 €, ¿no?
Un comentario como este no podría ir con otra canción que no fuera la de la Ismael Serrano. Increible. Me voy a poner el disco ahora.